Memoria, Borges, Dresden…

Tenemos mala memoria. Somos y no somos
afortunados por ello. Ya bien Borges en su cuento: Funes el
memorioso
narra el extraño
caso de áquel que puede recordarlo todo y que llega a
confundir el presente con el pasado. Es precisamente la imperfección
del recuerdo la que nos permite encarar al presente. Es precisamente,
la facultad de olvidar la que nos permite perdonar y sanar las
heridas. Pero también es por olvidar que llegamos incluso a
creer (muchas veces engañosamente) que todo tiempo pasado
siempre fue mejor por el hecho de que borramos las malas
experiencias, los fracasos y los dolores, los crimenes y las afrentas
que hemos cometido. El peligro del olvido es que tarde o temprano
repetiremos la historia con sus mismo errores y terrores. Sobran
ejemplos en los que la historia, con sus dramaticas repercusiones que
implican, se ha repetido. Muchas veces se repite la historia
irónicamente tratando de abolir precisamente el pasado como
puede ser la quema de libros: lo hizo el emperador chino Shih Huan Ti
quien ordenó quemar todos los libros anteriores a él.
Lo hicieron los nazis en la Bebelsplatz y según Bradbury, será
quizá el futuro de los libros que son y serán
(Farenheit 451).

Sobra
decir que se repiten los mismos conflictos humanos que desembocan en
estrepitosas guerras y holocaustos. La preserverancia de la memoria a
veces puede ocasionar ilusiones. A veces, precisamente esta misma
labor de destrucción del pasado es la que muchas veces es
generadora del recuerdo para las generacones futuras. Esto es algo
que se observa muy claramente en Alemania. Hay una continua reflexión
del efecto de la Guerra y un esfuerzo explícito por tenerlo
presente que se observa en cada detalle, especialmente en la
arquitectura. Un caso notable de esto es Dresden, una de las ciudades
que fueron casi devastadas durante la II Guerra Mundial, bombardeada
por los aliados cerca del 80% de la ciudad estaba en ruinas. Sin
embargo, la ciudad luce como en sus mejores años aunque aún
ahora esta en una permanente reconstrucción. Pueden observarse
las pinturas de Canalleto del siglo XVIII y compararse con un simple
giro del rostro que la ciudad ha recobrado el esplendor que este
pintor italiano trato de capturar en sus cuadros. De igual forma que
olvidamos, preservamos el pasado en arte. Sin embargo,
irremediablemente se pierden cosas aunque se ganan otras. Quiza nunca
podremos saber que fue exactamente lo que se perdió o lo que
se ganó. En el caso de Dresden me quedará siemrpre una
ligera sospecha: que sí Canalleto agregó algo a su
cuadro que estaba en su mente y no en la realidad. Que sí los
que recosntruyeron la ciudad se basaron en los cuadros de Canalleto.
¿Será posible que lo que vemos a través de la
ventana ahora no es lo que era Dresden sino la imagen que Canalleto
tenia en su mente de lo que era la realidad? No me quita el sueño
esta posibilidad, pero me gusta pensar que así puede ser y en
realidad no vemos la orgullosa ciudad alemana sino tan sólo el
sueño de un italiano que quiso preservar y construir su propia
memoria.

Acerca de Juan Barranco Monarca

Comentando desde ésta muy particular esquina del mundo.
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